“Mi historia empieza hace más de 21 años, ”nos cuenta Natividad, que en 2024 consiguió viajar a Perú y conocer a Brayhan, el niño que apadrina. "Al comienzo de mi embarazo me comprometí a que, si salía adelante y mi hijo estaba sano, ayudaría de alguna manera a otros niños ".
-"La primera foto que me enviaron de mi ahijado me hizo mucha ilusión! Todavía recuerdo a mi hijo con 4 añitos explicándole a su amigo Matteo quién era aquel niño de la foto, cómo le ayudábamos para que pudiera ir al cole como ellos “¿Te parece bien Matteo? Le decía mi hijo a su amiguito. A lo largo de estos años hemos tenido varios niñ@s apadrinados y siempre han formado parte de nuestras vidas".
El viaje al proyecto
"A mi familia nos encanta viajar y desde hace años Perú estaba en la lista de lugares a visitar. Por fin se alinearon los astros y mi marido Álvaro y yo pudimos hacer realidad nuestro sueño. Me puse en contacto con la ONG, les informé de mis deseos y lo organizaron todo rápido y perfecto".
"Nos recogieron en Puno, y primero visitamos una escuela donde fuimos muy bien recibidos. Nos explicaron de qué forma colabora Global Humanitaria. Estuvimos con madres que cada día van al cole y cocinan para que puedan comer los niños. Nos impactaron mucho todas esas pequeñas cosas que a ellos les hacen la vida más fácil. La diferencia entre comer en el suelo o en unas sillitas, en tener una bomba para la extracción del agua del pozo, en tener un pequeño huerto y poder coger las verduras para hacer la comida ".
Un encuentro emocionante
"Después fuimos a Lampa a conocer a nuestro ahijado Brayhan. Le esperamos a la salida del cole en Santa Lucía. junto a su madre y una hermanita más pequeña. El encuentro fue muy emocionante. Su madre nos invitó a su casa. "Brayhan es un niño muy educado y muy tímido. Le cuesta hacer amigos, le encanta la música y forma parte de una banda. Supimos que tiene otro hermanito y que su padre pasa largas temporadas fuera de casa trabajando en la mina, lejos de casa. Fueron muy amables, compartimos un rato muy especial y emotivo. Es algo que quedará en nuestra memoria para siempre".
"Durante estos años he tenido gente cercana que me decía que dejara de colaborar con la ONG, que no servía para nada. Yo estaba convencida de que merecía la pena mi pequeña aportación. Ahora que he visto lo que hacen me he alegrado de haber tomado en su momento la decisión de colaborar".
Les he podido explicar que sólo porque un niño pueda comer sentado en una silla y no en el suelo merece la pena colaborar. Ha sido sin duda uno de las experiencias más bonitas de nuestra vida, llevaremos este recuerdo siempre en nuestro corazón. Mientras pueda seguiré colaborando ".